Con tres décadas de trayectoria en los medios, Silvina Molina apuesta a una comunicación más democrática e inclusiva para lograr una sociedad mejor. En esta entrevista nos cuenta sus ideas, experiencias y anhelos
Por Ana Espinoza*
Cuando Silvina Molina habla, lo hace no solo con la palabra, sino con todo el cuerpo y con el alma misma. En su discurso interpela desde la experiencia profesional y también personal, porque gracias a su oficio como periodista, esta mujer de profunda calidez humana, pudo conocer la oscuridad representada en la violencia machista ejercida contra una compañera y también, la luz en aquellas valientes sobrevivientes de este flagelo social.
Su curriculum despliega una gran cantidad de logros interesantes. Entre ellos, el premio Lola Mora, otorgado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por su trayectoria y sus coberturas periodísticas con enfoque de género.
En sus 30 años de carrera ha trabajado en medios gráficos, radiales, televisivos y online. Su tarea en medios periodísticos y organizaciones sociales le ha posibilitado conocer, intercambiar experiencias y dictar talleres sobre comunicación y género en distintos lugares de Argentina y en países de Europa, América Latina y el Caribe. Además, escribió dos libros que pueden descargarse gratis en la web: Noticias que salvan vidas y Manual de género para periodistas.
Hoy trabaja en la Agencia Nacional de Noticias de Argentina (Télam) y coordina en Argentina la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) que aglutina a profesionales de la comunicación de 35 países del mundo.
¿Qué te llevó a incorporar la mirada de género en el ejercicio de la profesión? ¿Tuviste que enfrentar prejuicios?
Al periodismo de género llegué, a principios de los ’90, al impulso de mujeres que atravesaban situaciones de violencias de sus parejas. Se empezaron a contactar conmigo. En esa etapa de mi vida vivía en Formosa donde hacía radio, televisión y escribía para algunos medios. Ellas me llamaban a la radio. Sólo por intuición –porque en ese momento no sabía nada sobre cómo manejar esta situación- no las saqué al aire, no las expuse. Me empecé a contactar con profesionales que pudieran asesorarme, y sobre todo, ayudar a estas mujeres.
Así, me enteré que ellas no tenían adonde ir, qué lo único que tenían era la posibilidad de la consulta privada con una psicóloga que no todas podían pagar, y no todas las profesionales estaban preparadas para abordar estas situaciones. Las que no tenían dinero –la mayoría- debían ir a un hospital a sacar un turno que tardaba meses en concretarse.
Entonces comencé a buscar profesionales capacitadas y comprometidas contra las violencias y, luego de un proceso que incluyó reuniones, debates, capacitaciones, decidimos organizar una ONG, que hasta hoy existe y se llama Resurgir.
Ese espacio fue de capacitación para mí, porque hice todo el recorrido de una organización que acompaña a las víctimas, aprendí de las profesionales, y sobre todo, de las mujeres que comenzaron a venir a los grupos de ayuda mutua.
También aprendimos desde la organización social a hacer incidencia política para que el Estado se hiciera cargo de esta violación de derechos. Con el tiempo conseguimos que se sancionara la primera ley de protección y luego siguieron otros avances, que no dudo, tuvieron que ver con la tarea incansable de Felisa Diaz, Ruth Treso y Stella Casal, las profesionales que sostuvieron ese espacio. Y también, y sobre todo, con las mujeres empoderadas que transitaron por allí y se fueron convirtiendo en voluntarias de la ONG.
En paralelo comencé a formarme en derechos de las mujeres en el país y el exterior.
Eso implicó que para algunos colegas me convirtiera en la que se ocupaba “de esos temas”. Nunca me dijeron nada desagradable, y muchos me contactaban para contarme sobre mujeres cercanas que eran víctimas.
Como periodista tenía acceso a lugares de decisión y así fuimos consiguiendo desde remedios o asistencia médica para las mujeres, hasta una casa para una de ellas, sobreviviente de violencia obstétrica y de otras violencias, a quien le habían quitado sus hijos. Ese hogar fue la posibilidad del reencuentro con sus hijos y de reparación por parte del Estado.
Pero a la vez, sufrí situaciones de violencia laboral, y con los años entendí que algunas de esas situaciones eran una “revancha” por mi activismo junto a ellas, las víctimas.
Cuando regresé a Buenos Aires a principios del 2000, pude unir mi experiencia periodística con mi activismo de género en mi trabajo, en lo que fue Periodismo Social. Luego vino la creación de la red PAR y el activismo allí, en paralelo con la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género. Fueron, y son, lugares de encuentro con compañeras y compañeros con las que transitamos el mismo camino. Una etapa de crecimiento, donde cada persona aportamos nuestras experiencias para construir en conjunto otro periodismo.
Ahora, co-coordino la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) en Argentina y hace más de 10 años que milito en la RIPVG, sobre todo, acompañando situaciones de violencia hacia mujeres periodistas.
¿Qué significa comunicar con mirada de género y por qué es importante hacerlo?
Es comunicar mostrando todas las realidades, cómo impacta una situación de manera diferenciada en mujeres, varones, niñas, niños, personas LGBTQ; también contextualizando según su realidad social, económica, educativa; su pertenencia a, por ejemplo, un pueblo originario, o su situación migrante, o si convive con una discapacidad o se trata de una personas transitando la vejez.
Es hacer periodismo, nada más y nada menos.
Comunicar es incluir, sino, es otra cosa. El feminismo nos aporta, entre tantas cosas, el periodismo con enfoque de género, que al impulsar este tipo de comunicación empuja a que seamos una mejor sociedad, que tengamos una real democracia, porque si en las noticias están todas las personas con sus particularidades, si mostramos la riqueza de la diversidad desde la comunicación estamos mejorando la comunidad donde vivimos.
¿Cómo analizas la realidad de los medios hoy?¿Cuáles son los avances y desafíos que se presentan en relación a la cuestión de género?
Estamos viviendo un momento difícil, crítico en lo que hace a los medios. Hay más de 2000 periodistas sin trabajo, hay precariedad, múltiples tareas, cierre de medios, ahogo financiero, una pauta publicitaria oficial que no es equitativa, periodistas que pagan para trabajar porque tienen que salir a buscar publicidad y sostener espacios en radio o televisión.
Pero también hay medios cooperativos u online que logran sostenerse. Y de eso el periodismo feminista sabe mucho. Es lo que venimos haciendo hace años.
Y desde el periodismo de género también acá tenemos mucho para aportar: venimos reclamando espacios donde los temas que hacen a los derechos tengan un tratamiento adecuado, inclusivo, respetuoso; que haya más mujeres comprometidas con este enfoque que ocupen cargos de decisión en medios; igualdad salarial; políticas de empresas mediáticas –sean públicas o privadas- que contemplen la distribución del cuidado, los permisos materno parentales, jardines materno parentales, licencias por violencia de género…
Los medios son empresas y deben cumplir los mismos requisitos que cualquier otra empresa, con las particularidades de la tarea de comunicar.
Desde la Conferencia sobre la Mujer de Beijing de 1995, y las sucesivas, que son parte de los acuerdos con rango constitucional en Argentina, se viene pregonando la importancia de apoyar medios con perspectiva de género. Es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de ONU, a los que también suscribió nuestro país…es decir, hay un sustento normativo que apoya esta postura.
Menos medios, menos voces es menos democracia y libertad. Comunicar con miedo a quedarse sin trabajo, es menos democracia y libertad. Se vive, en muchos medios, situaciones de violencia. Y de eso hablamos cuando hablamos de periodismo de género, inclusivo, basado en derechos: de visibilizar las violencias y de exigir al Estado que cesen. Es por nosotras y es por la sociedad toda.
¿Por qué, en algunos casos, se sostiene esta lógica machista y violenta a la hora de comunicar?
Declinar los “beneficios” que desde hace siglo sostienen las prácticas patriarcales no es fácil. Hay resistencias. Algunas violentas explícitamente, otras solapadas.
Hay personajes mediáticos o periodistas o comunicadores (lamentablemente en algunos casos también mujeres) con gran llegada al público que se llenan la boca diciendo “Ni Una Menos”, pero continúan con las prácticas violentas en sus manera de comunicar.
Ahí también estamos desde el periodismo de género insistiendo –lo que es agotador, pero necesario- en que se revisen estas prácticas, recordando que existen herramientas que orientan para construir una comunicación no violenta, esa que es esencial para decir “Ni Una Menos”. No hay excusa. Existe Google, pueden buscar allí y van a encontrar muchos materiales.
Pueden buscar en la Defensoría del Público, una institución que destaca a Argentina por ser pionera en la manera de accionar pedagógicamente para revertir la lógica violenta en la comunicación. Pero la Defensoría, a pesar del trabajo encomiable que hace el equipo, está acéfala, y eso también habla del contexto comunicacional en el que estamos trabajando.
¿Qué temas en relación a la cuestión de género te parece que falta visibilizar en la agenda mediática?
El género atraviesa todas las noticias. No creo en los guetos, creo que hay que transversalizar toda la comunicación. Ni siquiera es necesario nombrar la palabra género, tiene que estar incluida per se en la práctica.
Entonces, aún falta mucho, pero también hemos logrado avanzar gracias a la incidencia del periodismo enredado, al trabajo de la Defensoría del Público, de organizaciones de mujeres y feministas, de referentes académicas, de las propias sobrevientes.
El desafío es sostener lo conseguido y avanzar.
Nos debemos más notas sobre mujeres que salieron de situaciones de violencia y tienen mucho para aportar; mas notas de incidencia que obliguen a los poderes Legislativo y Ejecutivo a crear y sostener políticas públicas preventivas y de apoyo para ellas y sus hijas e hijos.
Más coberturas sobre la situación de personas con discapacidad, migrante, adultas mayores.
Más noticias denunciando los reiterados abusos del Poder Judicial que revictimiza, que libera abusadores, violentos, femicidas.
Más seguimientos de casos.
Y más y más, pero sobre todo más exigencias al Estado sobre el rol que debe cumplir.
Solas no podemos.
Una pregunta más pedagógica: ¿Cuáles son los principales errores que se comenten en los medios y qué consejos darías?
No me gusta dar consejos. Hago sugerencias, me gusta pensar y repensar la práctica en conjunto con otras y otros periodistas.
Todavía falta profundizar la mirada de género en todas secciones.
Es esencial hacer coberturas correctas cuando hablamos de violencias (de género, doméstica, trata con fines de explotación sexual, etc), pero para llegar hasta ahí, lo deseable, es tener incorporada la mirada de género.
La mujer sólo en las tareas domésticas, siendo la única que se ocupa de las hijas e hijos; la mujer que sólo vale porque tiene el cuerpo impuesto por la mirada machista; la que no toma decisiones, no opina, no ejecuta…esa no debe estar en las notas. No existe. Se está informando mal.
Dejar de justificar al violento (“La mató en un ataque de celos”; “La golpeó porque…el porque está de más); dejar de mostrar que todo, absolutamente todo lo que hacemos la mujeres es extraordinario, porque entonces siempre estamos empezando, como dice la maestra Juana Gallego Ayala; dejar de juzgar al colectivo “mujeres” por la acción de una sola, son otras prácticas a desterrar.
¿Pensas que desde la comunicación es posible contribuir a erradicar la cultura machista? ¿Cómo lograr ese cambio?
Lo estamos haciendo con todo lo que venimos hablando. La comunicación es una herramienta esencial. Donde ponemos palabras –las correctas, la que no victimizan, las que no nombran sólo en masculino- estamos desarmando las prácticas violentas.
Cuando las trabajadoras de medios denuncian –con sus tiempos- que dentro de la empresa periodística también hay abusos, estamos desarmando las prácticas violentas.
Cuando los varones acompañan, se interpelan, estamos desarmando las prácticas violentas.
Cuando logramos articular, sabiendo que somos personas diversas y nos encontramos en esa diversidad, estamos desarticulando la violencia.
Todo esto y mucho más, lo hacemos desde la comunicación.