viernes, 9 de marzo de 2012

Presentamos el segundo número de El Género en Plural

En el primer número de la revista, presentamos la idea general de la misma, esbozando la importancia que tiene el divulgar cuestiones y temas que nos permitan pensar el orden social desde una mirada de género. Entendemos que existen diferencias que se transforman en desigualdades y “marcan” a los sujetos y sus posibilidades de vida (a algunos más que a otros). Esta naturalización de las desigualdades tiene como consecuencia la violación de derechos y la imposibilidad de efectivizar protecciones para todos, todas y todxs. Hemos abordado la cuestión de la violencia de género y en esta edición queremos detenernos a pensar la dimensión de los derechos sexuales y reproductivos.

Porque, en nuestro país:

Las estadísticas oficiales nos dicen que las enfermedades de transmisión sexual aumentan día a día y el SIDA abarcando a más de 120000 personas. Las mujeres constituyen una mayoría entre los infectados siendo las jóvenes y adolescentes el grupo de mayor vulnerabilidad (la relación es 6 mujeres por cada varón portador de HIV). Este proceso se denomina feminización de la epidemia.

Las redes del crimen organizado que sostienen la trata de personas, tienen en los fines de la explotación sexual de niñas, niños y mujeres su blanco principal

Hay 500.000 abortos y una mujer pobre muere por día a causa de estas prácticas clandestinas

El fenómeno de las madres niñas, los incestos y los abusos sexuales crecen asombrosa y sostenidamente.

288 femicidios directos se han registrado el año pasado.

Estos temas constituyen problemas de todos, están en la agenda pública, en el abordaje de las políticas públicas y en los movimientos sociales. Es necesario consolidar el camino iniciado y fortalecer un debate serio de lo que nos pasa como sociedad y hasta donde estamos dispuestos a tolerar estas flagrantes violaciones a la humanidad y a la democracia.

Podrán descargar el documento a través de este link:

http://sharesend.com/gsjmw

Se agradece la difusión

Los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos

Por Gisela Spasiuk y Zulma Cabrera

Pensar cuestiones de igualdad de género es pensar en las negaciones o ausencia de derechos a las que se ven expuestas principalmente las mujeres por su sexo y que se reflejan en carencias, problemas, necesidades concretas y particulares. Ver los procesos sociales desde esta mirada es reconocer la falta de acceso a recursos materiales y bienes concretos para la manutención y el sostenimiento diario (acceso a la propiedad, ingresos, créditos, salud y educación); pero también centrarse en las posibilidades de ampliar capacidades para enfrentar esas condiciones de vida (autonomía, autoestima, empoderamiento, tiempo libre, libertad de movimiento, decisión, participación), asimismo se trata de revisar el papel del estado, de la sociedad y sus instituciones que perpetúan tanto las desigualdades de género como la pobreza.

La lucha feminista y social denuncia que a las mujeres se nos impone la sexualidad exclusivamente para la reproducción y como problema “personal”. La sexualidad, entonces es un campo de ejercicio de poder que sostiene la deshumanización de las mujeres y refuerza la arbitrariedad y el abuso sobre ellas. Esto da lugar a la ubicación de las mismas como cosas, desvirtuando su lugar de sujetos de derecho. Se justifica así el no respeto por su integridad corporal, por su libertad, por sus deseos y necesidades. La lucha por revisar, ampliar y concretar los derechos de las mujeres (entre otros grupos y sujetos excluidos), formalmente reconocidos, es un terreno de disputa y argumentaciones respecto de cuáles necesidades humanas se reconocen como aceptables por los que tienen poder[1] o mejor aún por el conjunto de la sociedad.

Los derechos sexuales y reproductivos son un conjunto de derechos humanos inalienables que habilitan a toda persona a relacionarse y conformar parejas libremente; a decidir tener o a no tener hijos, cuantos y con qué frecuencia, y bajo qué condiciones personales o de pareja se toma tal decisión; sin violencia, sin coacción ni discriminación de ningún tipo sobre su propia sexualidad. Además prevén que estas decisiones y libertades se ejerzan de modo protegido, sin temores y sin consecuencias para la salud física y emocional.

Así, sexualidad y reproducción constituyen dimensiones básicas del desarrollo personal, y de la salud individual y colectiva. La salud es un derecho humano esencial, por esto los derechos sexuales y reproductivos también lo son. Es innegable que las mujeres comprometen su cuerpo en la gestación, el parto y el puerperio, y están afectadas por los embarazos, especialmente si éstos no son planificados, como también por las violaciones y los abusos. No es posible que en pleno siglo XXI, con el avance de la ciencia y de las protecciones estatales las mujeres mueran por causas evitables vinculadas al embarazo, parto o puerperio, o por otras cuestiones como la exposición a prácticas sexuales no consentidas, sin protección (con sus efectos secundarios como las infecciones). Permitir que las mujeres tengan autonomía y decisión sobre sí mismas y sobre sus cuerpos, hace posible la existencia de familia(s) más saludables en una sociedad también más vivible.

Estas cuestiones están en nuestro país con su correlato en las discusiones y avances de la agenda legislativa y de las políticas públicas: el Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable (Ley Nº 25673/03), el Programa Nacional de Educación Sexual Integral (Ley Nª 25160/06), el matrimonio igualitario (Ley N°26618/09 y decreto 1054/10), el Protocolo de Atención en hospitales públicos frente al aborto no punible, entre otras concreciones y otros temas, aún en tratamiento (ley de despenalización del aborto). El Estado nacional ha comenzado a posibilitar medios para facilitar el ejercicio de éstos derechos básicos, de forma universal y gratuita. Desde su inalienable autonomía, es necesario que garantice llegar a un consenso con eje en el bien común, que instituya un orden de justicia para todxs por igual. Esto implica poner límites a la situación caótica provocada por las violaciones a los derechos sexuales y reproductivos. Y es nuestra tarea militante acompañar de modo argumentado y sostenido el debate y su defensa.

Kate Millet en su texto “Los Derechos Sexuales y Reproductivos son los más humanos de los derechos” sostiene y expresa claramente que “cuando hoy todavía resulta imperceptible el dominio sexual; éste es quizás la ideología que más profundamente arraigada se halla en nuestra cultura por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder”.



[1] Alda Facio en “Derechos Humanos de la Mujer”. Pág. 352, compilado por R. Cook. Año 1997.

El aborto, una situación límite

Por Lidia Schiavoni, antropóloga social y docente de la UNaM

El aborto es una solución extrema, nadie llega a la decisión de hacerse un aborto por gusto, por irresponsable, por relajada. Cuando una mujer decide hacerse un aborto es porque analizó todas las otras posibilidades y éstas resultaron peores: continuar un embarazo no previsto, criar una criatura sin recursos afectivos y materiales, alterar su proyecto de vida, asumir su sexualidad.....

Las mujeres que están dispuestas a hacerse un aborto no cambian de opinión cuando expresan su decisión por más que los argumentos asusten (riesgo de vida, malformaciones en futuros bebés, esterilidad, etc.) seguirán adelante. El tema es cómo acompañar esta decisión con responsabilidad:

Experiencias como las de Uruguay de consulta pre y post aborto constituyen un primer paso. Si las mujeres y los varones que deciden interrumpir un embarazo conocen cuáles son las situaciones de riesgos, ante qué signos de alerta hay que consultar pues se requiere una atención especializada, los abortos domésticos resultan menos peligrosos. Y si agregamos la oportunidad de consultar con posterioridad al aborto sobre las condiciones en que ha quedado el útero, los síntomas de posibles infecciones, y sobre todo el asesoramiento sobre cómo evitar embarazos, es decir una consejería sobre métodos anticonceptivos realmente personalizada y respetuosa de las singularidades de cada mujer y de cada pareja. Los casos críticos y las muertes disminuirían sensiblemente.

No es grato pasar por el trance de un aborto, pero si le agregamos a la exposición física la sanción moral, el panorama se complica seriamente. Si logramos controlar las condiciones en que se realiza un aborto habremos avanzado en resguardar sus vidas, pero también tenemos que proteger el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos con respeto y sin sanciones morales.

Muchísimas mujeres abortan en forma segura en nuestro país, son las que tienen recursos económicos para hacerlo. Logran sostener su integridad como personas porque las apoyaron tanto técnicamente como desde su entorno afectivo. Es una responsabilidad social poner a disposición de todas las mujeres y de todos los varones la información necesaria para evitar los embarazos no planificados, y si éstos ocurrieran acercar los conocimientos básicos para evitar muertes o vidas violentadas, desarrollando un embarazo no buscado o criando un niño inesperado.

Negar el derecho al aborto a jóvenes violadas ha sido la máxima agresión al colectivo femenino desde los servicios públicos de salud de Misiones. Episodios como el de la joven de Posadas y/o la niña de Oberá en estos últimos meses demuestra que- ni siquiera en los pocos casos en que la ley argentina lo habilita- el colectivo médico está dispuesto a comportarse de acuerdo a las leyes. Como ciudadanas reclamamos que se cumpla la ley, aunque ésta sea insuficiente por el momento para contemplar las innumerables situaciones que requieren pasar por el trance del aborto. Soportar una violación y encima agregar un embarazo es volver a violentar a esa mujer y obligarla a decidir si criar esa criatura o darla en adopción, es continuar enfrentándola a dilemas existenciales en medio de la crisis.